Siempre me ha gustado ganar dinero para poder comprar lo que quiero sin la necesidad de estar estirando la mano para que mis padres me den lo que quiero, así que he tenido uno que otro trabajo. De pequeña me dedicaba a hacer pulseras, luego fui mesera en un restaurante familiar, lava loza en semana santa, ayudaba a archivar y facturar en el trabajo de mi madre, hago de vez en cuando encuestas en los cines, vendo mis cosas en internet y hago corona de flores. Todos han sido trabajos espontáneos y sin contrato hasta ahora...
Tenía dos meses de vacaciones y decidí comprarme una cámara para mi carrera y mis amigos me dijeron que la mejor manera de ganar dinero es trabajando en un call-center, y pues ahí me dirigí.
Llegué al mostrados y preguntando por un trabajo, todos hablaban en inglés y eso no me intimidó del todo. Tantos años aprendiendo inglés debían de dar fruto en algún momento y este era el momento.
Tomé los exámenes en computadora y todo iba bien hasta que nos dijeron que teníamos que atender una llamada de simulación con tal de ver qué tan aptos éramos para el trabajo y ahí me cayó el veinte. Odio contestar el teléfono, nunca me ha gustado estar hablando por el auricular pero si me iban a pagar bien podía tomarlo como un reto a superar.
Pasaron los exámenes, que tomaron de cuatro a cinco horas y me dieron la típica frase: "Nosotros te llamamos."
Pasaron las semanas de Diciembre y ya me hacia la idea de que nunca me iban a llamar, pasando año nuevo me marcan pidiendo que llevara mis documentos y que fuera a firmar contrato porque quedaban pocos lugares en la campaña bilingüe en a cual me quedé.
Tener un contrato enfrente puede ser algo intimidante. Lo leí todo, aunque admito que el lenguaje típico de los asuntos legales no es mi fuerte, solo me cercioré a que no estaba vendiendo mi alma ni mi integridad a algún bando de mafiosos. Firmé y me dijeron que empezaba el siguiente lunes.
Nerviosa y ansiosa a la vez fui a mi primer día de trabajo, que en realidad era un entrenamiento por un mes pagado.
El salón de "clases" se encontraba repleto de cada tipo de ser humano, una mescolanza de gustos y aspectos bárbaro. Tuvimos que presentarnos y todo como si fuera escuela, hasta nos dieron un manual el cual apodamos "La Biblia", un manual que nos iba a decir cómo contestar a los clientes y saber usar nuestras herramientas.
Admito que no fue fácil tomar la primera llamada, mis padres son testigos de lo mucho que me estresaba al no poder entender el trabajo pero ahora, no me considero una experta ni la diosa de los call-centers, pero puedo decir que ya las llamadas, en inglés o español ya no me asustan, lo que sí da miedo es cuando la gente tiene un acento extraño, de ahí en fuera ha sido muy divertido trabajar ahí.
Me declaré godín oficial cuando un viernes de quincena nos fuimos a tomar a un pequeño bar a la vuelta del trabajo. Todos nos retiramos del lugar antes de las 11:30 para que no nos cerraran el transporte público y los que consumieron alcohol solamente tomaron una cerveza porque no alcanzaba para mucho con el sueldo.
Así que ya soy godín y puedo decir frases como "Juevebes", "Miercoles, ombligo de semana" y ese tipo de cosas.
Ahora lo interesante será manejar la escuela y el trabajo porque mi horario es de una a once y hay días en la escuela que entro a las siete... pero veremos que pasa, por el momento puedo decir que ha sido una experiencia muy padre y llena de sorpresas y gente tan diferente que enriquecen mi vida.
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