Hace muchos años, cuando la
Tierra se encontraba libre de seres humanos y cuando aún los continentes no
recibían nombres, había un dios en el cielo que todo lo controlaba. Desde
arriba el podía ir ver su creación, observaba cómo se iban formando los cielos,
la tierra, la inmensidad del mar y cómo la tierra se iba pintando de verde.
Cada elemento en el paraíso
era perfecto pero para que el mundo existiera equilibrio el dios del cielo
tenía un hermano que se encargaba de ir arruinando lo que el primero formaba. A
diferencia del hermano que se encontraba en el cielo, éste se ubicaba en las
profundidades de la tierra listo para encontrar una manera de sabotear a su
hermano. Siempre existió la rivalidad entre ellos sin ninguna razón aparente,
era algo nato.
Un día el dios del cielo creó
a los animales que iban a poblar los mares y las tierras, todos en perfecta
armonía. Para crear a los monos tomaba un puñado de tierra y la mezclaba con
bananos, para los cocodrilos bastaba mezclar un poco de tierra, agua de río y
unas cuantas piedras. Así fue el dios de arriba creando los animales, todos
vivían en paz y seguían el instinto de comerse los unos a los otros, no había
creado animales venenosos debido a que creía que éstos eran una amenaza para
todo lo que ya había creado.
No tardó mucho su hermano en
idear un ser malévolo que se iba a encargar de ir matando con su mordida a todo
aquel que se le cruzara. Juntó un puñado de tierra, lianas y fue formando el cuerpo de su ceración, por
último escupió en el animal para que éste fuera tan venenoso como el odio que
le tenía a su hermano y lo llamó Cóatl, que con años se transformaría en
serpiente. Después de todo el proceso, dejó a su animal libre en la tierra y
veía cómo iba matando todo a su paso. Mataba conejos, ratones, incluso animales
más grandes que él.
El dios del cielo veía como
todo lo que había armado se veía amenazado por la destrucción del pequeño ser.
Poniendo manos al asunto diseñó un fiel guardián que protegería del cielo y
mantendría las especies en la tierra equilibradas, ni más ni menos de una
especie. Para lograrlo debía de crear el animal más perfecto de todos, debía de
ser ágil, rápido, de buen tamaño, fuerte y sin miedo a nada. Tomo un puñado de
nubes para hacer el cuerpo y las cubrió con color café dejando la cabeza como
distintivo de lo que estaban creadas, de blanco. Luego añadió un poco de oro
para crear un pico oso y fuerte, minerales como hierro y carbono para crear acero
que pondría en las garras, poco a poco fue dando forma al animal más grande de
ese tiempo y el primero en controlar los cielos, como último detalle le iba a
dar unos ojos poderosos, así que el dios sin miedo se sacó los ojos y se los
puso a su creación. Sólo así le daba la plena confianza a este animal y una
vista extraordinaria para cazar a aquellos que mataba sin temor.
El animal fue liberado, era
tan ágil y rápido que llegaba a alcanzar velocidades de 65 a 90 km por hora
pero al momento de lanzarse en picada para cazar llegaba a la extraordinaria
velocidad de 200 km. Era tan majestuoso que le puso Cuauhtli que se volvió en águila con el pasar de los años.
La lucha constante entre los
dos seres fue tan emblemática que llegó a aparecer en varios pasajes de la
historia, uno de los más importantes sería cuando los aztecas encontraron el
territorio ideal para establecerse y lo llamaron Tenochtitlán.
Así fue como se creó el
águila real, una de las aves más majestuosas en la tierra que de ser un animal
que se encontraba en la punta de la cadena alimenticia y ser uno de los seres
más temidos, no ha podido superar la mayor creación del hermano malvado, los
humanos.
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