jueves, 28 de julio de 2016

Cuauhtli, el águila real (Cuento original)

Hace muchos años, cuando la Tierra se encontraba libre de seres humanos y cuando aún los continentes no recibían nombres, había un dios en el cielo que todo lo controlaba. Desde arriba el podía ir ver su creación, observaba cómo se iban formando los cielos, la tierra, la inmensidad del mar y cómo la tierra se iba pintando de verde.

Cada elemento en el paraíso era perfecto pero para que el mundo existiera equilibrio el dios del cielo tenía un hermano que se encargaba de ir arruinando lo que el primero formaba. A diferencia del hermano que se encontraba en el cielo, éste se ubicaba en las profundidades de la tierra listo para encontrar una manera de sabotear a su hermano. Siempre existió la rivalidad entre ellos sin ninguna razón aparente, era algo nato.

Un día el dios del cielo creó a los animales que iban a poblar los mares y las tierras, todos en perfecta armonía. Para crear a los monos tomaba un puñado de tierra y la mezclaba con bananos, para los cocodrilos bastaba mezclar un poco de tierra, agua de río y unas cuantas piedras. Así fue el dios de arriba creando los animales, todos vivían en paz y seguían el instinto de comerse los unos a los otros, no había creado animales venenosos debido a que creía que éstos eran una amenaza para todo lo que ya había creado.

No tardó mucho su hermano en idear un ser malévolo que se iba a encargar de ir matando con su mordida a todo aquel que se le cruzara. Juntó un puñado de tierra, lianas  y fue formando el cuerpo de su ceración, por último escupió en el animal para que éste fuera tan venenoso como el odio que le tenía a su hermano y lo llamó Cóatl, que con años se transformaría en serpiente. Después de todo el proceso, dejó a su animal libre en la tierra y veía cómo iba matando todo a su paso. Mataba conejos, ratones, incluso animales más grandes que él.

El dios del cielo veía como todo lo que había armado se veía amenazado por la destrucción del pequeño ser. Poniendo manos al asunto diseñó un fiel guardián que protegería del cielo y mantendría las especies en la tierra equilibradas, ni más ni menos de una especie. Para lograrlo debía de crear el animal más perfecto de todos, debía de ser ágil, rápido, de buen tamaño, fuerte y sin miedo a nada. Tomo un puñado de nubes para hacer el cuerpo y las cubrió con color café dejando la cabeza como distintivo de lo que estaban creadas, de blanco. Luego añadió un poco de oro para crear un pico oso y fuerte, minerales como hierro y carbono para crear acero que pondría en las garras, poco a poco fue dando forma al animal más grande de ese tiempo y el primero en controlar los cielos, como último detalle le iba a dar unos ojos poderosos, así que el dios sin miedo se sacó los ojos y se los puso a su creación. Sólo así le daba la plena confianza a este animal y una vista extraordinaria para cazar a aquellos que mataba sin temor.

El animal fue liberado, era tan ágil y rápido que llegaba a alcanzar velocidades de 65 a 90 km por hora pero al momento de lanzarse en picada para cazar llegaba a la extraordinaria velocidad de 200 km. Era tan majestuoso que le puso Cuauhtli que se volvió en águila con el pasar de los años.

La lucha constante entre los dos seres fue tan emblemática que llegó a aparecer en varios pasajes de la historia, uno de los más importantes sería cuando los aztecas encontraron el territorio ideal para establecerse y lo llamaron Tenochtitlán.


Así fue como se creó el águila real, una de las aves más majestuosas en la tierra que de ser un animal que se encontraba en la punta de la cadena alimenticia y ser uno de los seres más temidos, no ha podido superar la mayor creación del hermano malvado, los humanos.

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