Todos somos pecadores, esclavos de la carne y de lo que ésta pide.
Porque preferimos embriagarnos con lo material a satisfacernos con algo abstracto e inexistente.
Somos pecadores y nuestra condena es la mentira de arder cuando hayamos partido, pero nuestra verdadera condena es seguir en esta vida extendiendo los brazos por un poco de ayuda divina.
Somos demonios y lo peor que haya tocado esta tierra, nos enganchamos a lo material y lo disfrutamos, vemos por el mal de otros y nos reímos, nos gusta ver la pena ajena con ojos de morbo ocultos tras lágrimas o un aire de seriedad.
Somos pecadores, somos la carne de aquel que fue expulsado por hacer notar su naturaleza. Somos de la carne de quien más necesita nuestra oración y sin embargo huimos de.
Somos la carne
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